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Lo que aprendió un periodista tras meses de visitar a condenados a muerte y presenciar tres ejecuciones en Tennessee

Lo que aprendió un periodista tras meses de visitar a condenados a muerte y presenciar tres ejecuciones en Tennessee

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Steven Hale, reportero del Nashville Banner, comparte su experiencia en el corredor de la muerte y las complejas relaciones que surgieron entre los presos y sus visitantes.

En agosto de 2018, Steven Hale, periodista del Nashville Banner, se encontraba fuera de la Institución de Máxima Seguridad Riverbend en Nashville, Tennessee. Esa noche, estaba a punto de presenciar la primera ejecución en el estado en casi una década. El condenado era Billy Ray Irick, culpable de la violación y asesinato de una niña de siete años. Hale, junto a otros seis reporteros seleccionados por sorteo, fue testigo de la inyección letal de Irick, un evento que lo marcaría profundamente.

Durante esa noche, Hale observó un escenario contrastante: por un lado, un grupo de partidarios de la pena de muerte celebraba la ejecución al ritmo de “Hells Bells” de AC/DC; por otro, un grupo de personas se reunía fuera de la prisión para mostrar su amor y apoyo a Irick, incluso intentando, sin éxito, acompañarlo en sus últimos momentos. Este encuentro dejó una huella indeleble en Hale, quien se sintió fascinado por los visitantes que consolaban a los condenados a muerte en sus últimos días.

Hale comenzó a unirse a estos visitantes en sus viajes semanales a Riverbend, donde mantenían conversaciones con los presos sobre temas cotidianos, desde fútbol hasta familia. En un periodo de menos de dos años, Tennessee llevó a cabo otras seis ejecuciones, un hecho sin precedentes desde la década de 1940. Hale fue testigo de dos de estas ejecuciones adicionales y documentó sus experiencias en su libro “Death Row Welcomes You: Visiting Hours in the Shadow of the Execution Chamber”.

El libro de Hale no solo relata las ejecuciones, sino que también explora las complejas relaciones que surgieron entre los condenados a muerte y sus visitantes. Personas comunes, sin vínculos familiares con los presos ni un activismo previo contra la pena de muerte, se unieron para ofrecer consuelo y amistad a los condenados. Estas relaciones se convirtieron en una forma de aceptar a los presos por quienes son en el presente, en lugar de por los crímenes que cometieron décadas atrás.

Hale describe sus encuentros como profundamente normales y, a la vez, extraordinarios. En una de sus visitas, un preso, al enterarse de que Hale había estudiado en la Universidad de Auburn, comenzó a bromear sobre el equipo de fútbol de la universidad. Este tipo de interacciones resaltan la humanidad de los condenados, una perspectiva que rara vez se ve en la narrativa pública sobre la pena de muerte.

La experiencia de Hale lo llevó a cuestionar la justicia y la moralidad del sistema de pena capital en Estados Unidos. Observó la arbitrariedad en la aplicación de la pena de muerte y las disparidades raciales inherentes al sistema. Su libro busca desafiar las ideas preconcebidas sobre los condenados a muerte y mostrar que, a pesar de sus crímenes, muchos de ellos han cambiado y merecen ser vistos como personas capaces de redención.

A través de su relato, Hale espera que el público reconsidere su postura sobre la pena de muerte y vea a los condenados como seres humanos complejos y multifacéticos. En sus palabras, “una vez que ves una ejecución de cerca, se vuelve muy claro que es simplemente matar a una persona”. Su libro es un testimonio de la capacidad de las personas para cambiar y la importancia de la empatía y la comprensión en un sistema que, con demasiada frecuencia, se enfoca en el castigo y la retribución.

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